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Los primeros 5 años, la base de lo que seremos cuando adultos.
Rescatamos extractos de esta interesante entrevista que la Neuro-Psiquiatra Amanda Céspedes dio a "Revista de Educación".
Los primeros diez años de la vida los dividimos en dos fases: la primaria infancia hasta los cinco años y luego, la niñez.Pero, ¿por qué es tan importante la primera infancia? Porque es fundacional, se crean todas las redes cerebrales neuronales que van a ser la base de lo que va a ocurrir después, los cimientos del desarrollo cognitivo y socioemocional futuro del niño.
Jean Paul Sartre (1905-1980) en su obra “Las Palabras”nos quiere decir que “el ser humano es lo que decidió su infancia que fuera”. Por lo tanto, esos primeros cinco años son claves.
¿Cómo pueden los profesores de niños pequeños aprovechar todo su potencial y que, al mismo tiempo, sean felices?
Hay que dedicar tiempo a la música, el arte, los juegos, el movimiento y la creatividad. Una de las grandes perdedoras hoy día es la imaginación. Los niños actuales son expertos en el “touch”, pero son muy precarios en el imaginar. Cuando les he pedido a algunos chicos que inventen un animal, dicen que no se les ocurre y quieren buscarlo en google. Yo les insisto: “intentémoslo, te voy a ayudar a imaginar”. Pero les cuesta enormemente, porque no están acostumbrados a producir.
Howard Gadner, psicólogo e investigador de la Universidad de Harvard y autor de la teoría de las inteligencias múltiples, fue el primero en demostrar que el cerebro del niño ofrecía a la educación muchísimo más que un cerebro lingüístico-matemático. En ese sentido, las metodologías de enseñanza deben aprovechar todo lo que el niño creó y consolidó los primeros cinco años de la vida.
Hoy la neurociencia ha puesto énfasis en la mielina, material formado por proteínas y sustancias grasas que aísla cada nervio en el cerebro y la médula espinal como una funda de plástico alrededor de un cable eléctrico. Su tarea es que los impulsos eléctricos se transmitan de manera rápida y eficiente a lo largo de las neuronas. Por lo tanto, si la mielina se daña, los impulsos se vuelven más lentos y se ven afectadas las funciones motrices y sensoriales, entre otras.
Amanda Céspedes sostiene que la producción de mielina en niños menores de cinco años es determinante en su inteligencia.
¿Qué pueden hacer los padres y educadores para incrementar la mielina en los niños?
Ésa es una pregunta importante y con una respuesta comprometedora. La mielina se forma esencialmente a partir de cuatro elementos:
1) Los genes, que indican cómo será la formación de mielina a lo largo del desarrollo.
2) La alimentación, pues el niño debe recibir aportes nutricionales específicos para la formación de mielina. Me refiero a proteínas de muy buena calidad, no sólo animales sino vegetales, especialmente legumbres; al aporte equilibrado de grasas saturadas de animales que se encuentran en la leche entera y la mantequilla; grasas poliinsaturadas que entregan los frutos secos (nueces, almendras), la palta y los vegetales; algunos peces de agua fría como el salmón y el atún, pero ojalá el salmón austral y no el de salmonera que a lo mejor no se ha alimentado de manera tan sabia como el de Puerto Williams. A falta de estos peces, que son caros, el jurel puede ser un muy buen aporte nutricional para un niño pequeño.
3) La posibilidad de tener sólidas experiencias motoras, ya que el movimiento es esencial. El niño debe moverse desde que nace y a partir del año y medio en adelante, tiene que contar con espacios protegidos en los cuales pueda moverse muchísimo. Hoy día me encanta escuchar que en las salas cuna de la JUNJI (Junta Nacional de Jardines Infantiles) se deja espacio a la sala de gateo.
4) La afectividad, que en el niño pequeño tiene que ver con el respeto en sus cuidados cotidianos. Él es asistido en todo, para vestirse, alimentarse y bañarse. Ésas son instancias de cuidados cotidianos y si en ellas es vulnerado, eso tiene un impacto en la formación de la mielina. Por lo tanto, es fundamental el cuidado amoroso cuando se le baña, se le viste o se le alimenta. Y esto adquiere importancia en las salas cuna donde cada niño debe ser atendido de manera individual, amorosamente, de modo de crear una identidad de niño respetado y considerado. Esto es clave en la formación de estas fibras que van a ir cubiertas de mielina y que son la base para el funcionamiento intelectual futuro.