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Herramientas de apoyo y contención para Padres

December 2020 | Administrador Zapallito

Mientras más pequeño sea el niño, su desarrollo cerebral es más rudimentario en cuanto a autocontrol se refiere, por lo que la capacidad de contención y autocontrol dependerá mucho más de un adulto, quien opera como corteza prefrontal para ayudarlo a conducirse.

En niños preescolares (2- 6 años aprox.), ayuda mucho buscar alternativas lúdicas y recurrir a la fantasía y la magia para abordar las emociones, a través de los cuentos, del juego con muñecos, hadas, duendes, piedras mágicas, muñecos quitapesares, atrapasueños, etc. Además de toda un gama de elementos plásticos (dibujos, modelados, pinturas, etc.) que nos ayudan a ir elaborando emociones y sentimientos.  

En el caso de niños en edad escolar (7 – 12 Años aprox.) Resulta indispensable mantener una cercanía física con ellos al momento de abordar sus emociones, generar espacios de exclusividad y mantener una actitud calmada y abierta, compartir también algunas emociones propias y explicarles a los niños que es absolutamente esperable que se sientan así y que existe la posibilidad siempre de transformar dichas emociones y buscar en conjunto alternativas para ello.  Los materiales plásticos son de gran utilidad, como los dibujos con temáticas que surjan, como por ejemplo dibujar cómo se imaginan el virus o como es la rabia que sienten, también los juegos y la descarga a partir de la energía física y por supuesto también aquellas sugerencias que sirven para niños más pequeños, pues muchas veces en situaciones de crisis tanto en niños como adultos solemos ponernos más regresivos (más pequeños de lo que somos). Por lo mismo, es esperable que a medida que transcurran las semanas en situación de “encierro”, aparezcan síntomas en los niños que den cuenta de las emociones y sentimientos que subyacen; la intensidad y la frecuencia de estos nos indicarán qué tan adaptativos son y cuando es necesario consultar con un especialista en salud mental.   Algunos síntomas esperables son:   

  • Apatía, irritabilidad y cambios repentinos de humor, agresividad y peleas más frecuentes entre hermanos.
  • Disminución de la tolerancia a la frustración  lo que muchas veces se expresa en una actitud más bien rebelde frente a seguir instrucciones y rutinas. 
  • Conductas regresivas como miedos ya superados, necesidad de dependencia  y demandas excesivas, pesadillas y problemas en control de esfínter. 
  • Cambios en lo hábitos de sueño, despertares nocturnos, etc.
  •  Ansiedad de separación, mucha necesidad de cercanía física y dependencia emocional. 
  • Actitud hiperalerta, lo que se traduce en miedo a enfermar o la muerte.

 

Lorena Escobar 

Psicóloga Infanto Juvenil

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